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viernes, 26 de julio de 2013

La lógica capitalista oculta detrás del #AccidenteSantiago

accidente tren santiago

Fotogramas del momento del descarrilamiento. El tren viajaba a cerca de 200 km/h en un tramo de 80 km/h.


Con respecto al accidente de Santiago, parece claro que la causa ha sido un exceso de velocidad provocado, bien por un fallo mecánico en caso de que los frenos no respondieran; o bien, un fallo humano de forma que el conductor, en su afán de llegar puntual a destino, decidiera no reducir la velocidad del tren.

Aunque suena improbable, me gustaría centrar mi reflexión en esta última posibilidad. Aquella en la que el maquinista decide no reducir la velocidad para cumplir con los exigentes criterios de puntualidad.

A saber, un conductor de #RENFE puede llegar a cobrar hasta 1.800 € con el plus de puntualidad, el cual se cobra en función de los minutos acumulados de retraso ANUALES. Así, si un conductor de alta velocidad realiza el 95% de los trayectos puntualmente y acumula menos de 25.000 minutos ANUALES de retraso ganará 1.800 € de salario extra. Cuantos más minutos acumulen de retraso al año, menor porcentaje ganará de la citada cantidad.


Cuadro prima variable puntualidad conductores renfe

Tabla de la prima variable por puntualidad del colectivo de conductores RENFE.


Este sistema de remunerar abre la puerta a situaciones en las que un hipotético conductor irresponsable (por decirlo suave), obcecado en cobrar el mayor porcentaje de la prima por puntualidad y confiando en la seguridad del aparato, decida llevar el tren a tal velocidad que no le de tiempo a frenar con las consecuencias que ya conocemos. Fijaos que digo "hipotético", no que haya sido así. Lo que planteo es que el sistema de remuneración, tal cual está ahora, permite que puedan tener lugar estas situaciones.

Esto surge cuando se liga el salario de determinadas profesiones al cumplimiento de la exigencia del puesto de trabajo. Estos profesionales, de los que dependen vidas, deben ganar lo correspondiente a su responsabilidad a cambio de un nivel de exigencia contínuo, en lugar de darles la opción de ganar más o menos en función de que cumplan o no, con su responsabilidad. 

¿Os imáginaís que los médicos cobraran un plus en función de la cantidad de pacientes que tratasen? Alguno podría decir -"¡Bah! Hoy no me apetece trabajar, aunque gane un poco menos"- y dejar pacientes sin curar.  

No way! Deben cumplir la exigencia en todo momento y ganar un salario de acuerdo con su nivel de responsabilidad. Pero claro al capitalismo cutre y cavernícola que sufrimos en este país, eso de las muertes y tal, se la trae al pairo. Lo importante es llegar puntual, al minuto, y si se puede hacer a costa de ahorrar en salarios la jugada entonces, es perfecta.

¡¡Es la lógica capitalista contra la que hay que luchar!!

Luego vas y pides justicia. Que tendrás la misma que la del Prestige, el Yak 45, el accidente de metro de Valencia, o el Madrid Arena. La culpa se la llevará en solitario el maquinista pero nadie cuestionará la responsabilidad de la empresa, ni sus sistemas de remuneración/explotación. 

Es curioso observar cómo los capitalistas exigen responsabilidades a sus empleados cuando estos comenten un error, mientras que nunca se acuerdan de esa misma profesionalidad que demandan y del reconocimiento salarial cuando el trabajador cumple con todas las exigencias.

lunes, 11 de febrero de 2013

Memorias de un 15 de Mayo




Recorriendo las calles de Madrid se encuentran los destinos de los desaparecidos.

Aunque nosotros no podamos verlos, ellos aún siguen buscando el impulso que da origen a un nuevo latido en su interior.

Repartido en pedacitos, cada uno de los ultimos deseos que se disiparon con el humo.

En el aire contaminado de lagrimas que empuja las alas de los que aún no desesperaron.

En las manos de los que soportan el dolor y continuan sin saber porqué.

Silenciosos, te rozan la piel mientras saltamos del día a la noche rodeados de luces incesantes, de aquí para allá.

Escaparates que se llenan de catálogos de falsa ilusión mientras seguimos sin mirarnos a los ojos, sin reflejos, sin sorpresa... al ritmo de quien tiembla cuando cantan las sirenas.

Latiendo desde donde aún nadie sabe, se acercan las razones de la rabia.

Invadiendo nuestro impulso se concentran para unir todas las voces.

Deslizándonos entre los últimos suspiros de una paciencia que se agota.

Como si ellos siempre hubieran estado allí, muertos, porque no han sido los primeros y seguro, tampoco serán los últimos. Sin tiempo para vivir y sin vida para sentir al tiempo.

Aquí seguimos nosotros, rodeados de tiempo que se va y que nunca sabremos que existió.

Nos miramos como cada día y seguimos sin saber que intenciones trae el otro.

Sabemos que han cambiado muchas cosas, que ya no somos los mismos pero que algo dentro de nosotros nos dice que el miedo no debe dominarnos. Que hoy nunca volverá a ser ayer, que nadie volverá a sonreir igual que antes pero que hoy, sí hoy, tenemos una esperanza a la que aferrarnos.

Hoy nos queda la seguridad de saber hacia donde no queremos dirigir nuestros pasos.

Porque desde aquel día, el valor de las sonrisas se alzó más allá de cualquer índice en el mercado de la vida.

Porque aprendimos a compartir y a luchar unidos. Porque aprendimos que los ojos se nos secan cuando ya no pueden llorar más.

La noche se hace cómplice y con ella nuestros gritos. Y los suyos. Los gritos de los que nunca volverán a hablar pero cuya última palabra jamás será olvidada.

Mientras, los recuerdos de una ciudad entera sostenida en un suspiro. Todos corrímos asustados a buscarnos entre nosotros.

Necesitabamos ver en los ojos del otro algo de esperanza, suplicamos que alguien nos dijera algo que nos tranquilizara, pero en definitiva solo necesitabamos un abrazo, una caricia, un beso.

La esperanza de quien busca un colchón abandonado en la calle para dar sosiego a tanto dolor. El dolor que no se expresa con palabras porque solo cesa cuando nuestras almas hablan.

al Pueblo de Madrid

jueves, 7 de febrero de 2013

¡Inocente, inocente! Estás despedido.


Un día, otro día, un día más. Cada vez la misma historia. Miki volvió a casa rumiando nuevamente esa idea. Sabía que todo tenía que cambiar, que no podía seguir así, que las cosas tenían que ir a mejor. Él sabía que la suerte en algún momento se pondría de su lado.

Miki y sus compañeros llevaban diez meses sin cobrar sus salarios. A pesar de que la empresa había obtenido beneficio en su conjunto, la fábrica donde trabajaba no era rentable, y hacía seis meses que ya no se fabricaba ni un par de zapatos más. "Ajuste Estructural", lo llamaba el presidente.

-Por lo menos estamos organizados, pensaba Miki- 

Hacía ya tres meses que ocupaban el área de taller mientras que las familias permanecían acampadas afuera de la fábrica. Prometían no moverse hasta que se les ofreciera una solución aunque, a estas alturas, muchos temían que aquello no funcionaría. Aún quedaban fuerzas pero después de tantos turnos de permanencia y acciones de protesta sin resultado, la moral había decaído considerablemente. 

Conversaciones fugaces, turnos desiertos, miradas interrumpidas. -¿Cómo saldré de esta?- Se preguntaba. ¡Tengo que salir!

Mientras revisaba el correo, Miki abrió una cerveza. Había pasado seis horas en el taller cubriendo el turno de tarde y aquél ambiente le estaba consumiento silenciosamente. Estaba demasiado viciado. Los más veteranos decían que había que seguir el encierro, que la solución vendría. Decían que si no se la daban los dueños o quien fuera, la tomarían ellos mismos. Mientras, los más jóvenes afirmaban de forma mecánica. Eran estos quienes sostenían las permanencias de día y de noche y en la intimidad de sus comentarios ya no se veía esa misma fuerza. Entre ellos ya no se escuchaban con la misma energía.

Miki pasaba las cartas de una en una, muy rápido, sin pensar. Después de siete meses sin poder pagar la hipoteca, cada carta se convertía en un puñal empujado diestra y certeramente hacia la boca del estómago. Sabía que tarde o temprano llegaría la carta del juzgado. A ver...

...
Esta vez no...

Otro día más...

A veces se veía a sí mismo en el corredor de la muerte... esperando... 

...esa  maldita espera...

Era lo que más dolía. El no saber. 

Sacó del bolsillo un papel y se puso a repasar la lista de cosas que le habían dado los de mantenimiento. Para mañana necesitaban cable de TV, linterna, pilas, luces... -si claro- pensaba -un cañon de luz voy a conseguir. 

¡Qué ironía! En el encierro faltan luces. Las mismas que no tiene toda esta situación. -pensaba

¡Ójala se apaguen! y que cuando se enciendan, aparezca el de INOCENTE! INOCENTE! ramo de rosas en mano. Que tengamos que aceptar con resignación lo pardillos que estábamos siendo. Reirnos de nosotros mismos al comprobar que todas esas sospechas que teníamos sólo querían advertirnos de que en definitiva, no estábamos tan, tan locos y que de alguna manera, sabíamos que la suerte en algún momento se pondría de nuestro lado.

Una sonrisa fugaz se dibujó en su cara. Imaginaba abrazos y lloros de alegría a ver lo tontos que habían sido por habérselo creido... Pero no, el problema no son las luces -se decía Miki- aquí todo va bien menos para los de siempre. A nosotros sólo nos dejan recrearnos en nuestro propio mundo de mentiras y verdades y sufrir. Fantasear la realidad, la solución. Bueno, eso y luchar para soportar el dolor, la angustia, la ansiedad. Sólo nos queda permanecer unidos para sacar la fuerza de flaqueza necesaria  para salir adelante. Para vencer.

Sólo así conseguiremos algo. Solo así... dicen los mayores.


miércoles, 6 de febrero de 2013

El Metro más feo del mundo


Viva el metro.
Qué ilusión, qué ilusión que tengo,
qué ilusión: ha subido el metro.
Qué ilusión de tener un medio,
aún más tonto: de gastar dinero.
Por favor, que nadie se queje,
si lo bajan, sufriré mucho.
Sólo falta que la señora
de los lavabos
te cobre en cheque.

¡Qué felicidad que sea tan caro
el metro más feo de Europa!
¡Cómprate un sinbús y vete a la punta,
que es cuando más se boja!

De Portazgo a Plaza Castilla,
bajándome en cada estación,
me gasté más de veinte duros,
¡viva el metro, es mi pasión!

He abandonado todos mis vicios,
ni hachís, ni whisky, ni Bacarrá,
ni muchachitas, ni muchachitos,
el metro todo lo suplirá.

¡Qué felicidad que sea tan caro
el metro más feo de Europa!
¡Cómprate un sinbús y vete a la punta,
que es cuando más se boja!

¡Viva el metro, viva el metro!
¡Que lo suban más y más!
!Viva el metro, viva el metro!
¡Que lo suban más y más y más y más y más!

sábado, 2 de febrero de 2013

La Castigadora de Mentes




La Castigadora de Mentes continua su andardura. Hambrienta de tiernos pensamientos para sus mandibulas; de dulces sueños pensados con inocencia para su babosa lengua.

Sedienta de inanes y manipulados. Inocentes del Sistema.

Ella quiere envaucar todas las mentes y dibujar la duda en todas las decisiones. Guiados por sus hilos, somos sus podridas marionetas. Ella manda en ti y en tu conciencia, ella decide cuando mueres y cuanto vives. Se alimenta de ti y te ciega con publicidad. Cuando no se los come, suele vender tus ojos. Total, tú ya no los necesitas...